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Teletrabajo, no todo son ventajas

4 de Junio de 2020

Si miramos a las relaciones de trabajo, y dentro de estas, a muchos de los ámbitos que abarca el sector servicios, uno de los aspectos más importantes que ha traído la crisis del Covid-19 ha sido la abrupta llegada a nuestra cotidianidad laboral del teletrabajo.

El teletrabajo era ese unicornio rosa que en muchas empresas era poco menos que un oxímoron: trabajar sin estar calentando asiento en el centro de trabajo es algo que aun hoy a muchos empresarios les parece algo de otro planeta. No contamos nada nuevo si decimos que la cultura empresarial de nuestro país es profundamente presencialista, solo hay que ver la cantidad de horas extra que realizamos las trabajadoras en España (166 millones de horas en 2018, y estas solo las remuneradas).

Está claro que el patrón de relaciones laborales es muy diverso, y con la misma diversidad se han dado las formas en que se ha traducido el teletrabajo en estos meses de pandemia, pero hay una serie de conclusiones que parece que se van asentando:

- Trabajar desde casa no significa que las trabajadoras trabajemos menos, ni peor, más bien todo lo contrario.

- El derecho a la desconexión digital debe protegerse cada vez con mayor intensidad,  y especialmente desde la negociación colectiva, como un nuevo derecho laboral del s. XXI, habida cuenta de la mayor conectividad que muchas trabajadoras tenemos con nuestras empresas a través de dispositivos móviles.

- El teletrabajo pone de relieve en muchas organizaciones que quien realmente saca adelante las tareas son las trabajadoras, cosa que por otro lado, las comunistas siempre hemos tenido claro. Nosotras somos quienes tenemos el conocimiento y la práctica diaria de lo que hay que realizar para que lo objetivos de las empresas salgan adelante. Se ha revelado clarificadoramente como mucho mando medio, mucho jefecillo transmisor de órdenes de más arriba, en definitiva, mucho capataz de nuevo cuño, solo sirve para ser un aliado más de los capitalistas a cambio de un sueldecito más elevado que el del resto de la plantilla, encantados de ser “los esclavos de la casa”, realizando una tarea puramente de control y aleccionamiento, que muchas veces más bien dificulta la tarea en lugar de facilitarla.

- El teletrabajo es desde luego una herramienta en la que profundizar para facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar, cuando hay corresponsabilidad en los hogares y flexibilidad para combinarlo con las responsabilidades de cuidado.

- No obstante, la socialización con las compañeras de trabajo es un aspecto muy importante, sobre todo de cara a desarrollar la organización sindical en la empresa, el reconocimiento mutuo entre compañeras de trabajo y la creación de lazos de clase. El teletrabajo por defecto y sin posibilidad de socialización también deshumaniza las relaciones laborales.

- A día de hoy las trabajadoras asumimos una serie de gastos en el teletrabajo, que deben ser costes imputables a las empresas.

- Se debe prestar atención a la prevención de riesgos laborales en el teletrabajo, tanto de tipo físico, ergonómico, como psicosociales.

En definitiva, la crisis del coronavirus llevada a los puestos de trabajo, nos ha mostrado una vez más que lo que nos decían que era imposible, como teletrabajar para tener una vida más conciliada y unos ritmos más razonables que los que nos ofrece el frenético capitalismo, no solo era posible, sino que la clase trabajadora nos hemos tenido que adaptar en cuestión de días, estando a la altura como siempre. Por otro lado, nos ha mostrado que no es oro todo lo que reluce, y que el teletrabajo por sí mismo, sin normas claras que lo delimiten a través de la negociación colectiva, puede ser una nueva trampa del sistema para las trabajadoras.

Se  muestra ante nosotras, de nuevo, que la clave no es el modo en que se presta el trabajo, ni el problema es solo la anticuada y presentista mentalidad empresarial de este país, sino que al final, la raíz de todo reside en el sistema bajo el que se producen las relaciones sociales y de producción en nuestra sociedad.

Sin un cambio de modelo productivo, de la manera de entender la economía, subordinándola al interés general, y no al contrario, cualquier novedad en las relaciones de trabajo podrá transformar las mismas, en mayor o menor medida, pero solo lo será en su capa más visible y superficial. Las comunistas tenemos claro que lo necesario es que nadie se apropie del trabajo de nuestra clase para enriquecerse, pues en estas semanas ha quedado claro quién hace que el mundo se mueva, que solo el pueblo salva al pueblo, y que la clase trabajadora poseemos un gran poder, por el que merece la pena organizarse y luchar unidas por una vida que merezca la pena ser vivida.

Categorías: Servicios

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