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100 años sin Lenin

21 de Enero de 2024

El 21 de enero de 1924 nos dejaba Vladímir Ilích Uliánov, más conocido como Lenin, a la temprana edad de 53 años. Millones de personas se despidieron de él por las calles de Moscú desafiando las gélidas temperaturas. El poeta Maiakovski dejaría escrito que “lágrimas de nieve caen de los ojos enrojecidos”. Un día como hoy de hace cien años los trabajadores del mundo se quedaban huérfanos del líder de la primera revolución victoriosa del proletariado.

Lenin fue un dirigente con una carga histórica sin parangón, eso es innegable. Del mismo modo que quienes recogemos el legado de Marx, de Engels y de tantas grandes figuras que ha dado el movimiento comunista en sus casi dos siglos de existencia sabemos que no podemos encontrar respuestas mecánicas para los problemas de hoy. Marxismo no es catequesis. 

Recuperar la figura de Lenin, estudiar su obra y seguir su ejemplo, es un imperativo para cualquier comunista. A lo largo de su vida abordó los más diferentes campos de estudio pero siempre para acompañar la actividad práctica, la intervención del Partido entre los trabajadores. Ahí reside una de sus grandes fortalezas. Dar una importancia crucial al estudio teórico, pero no como ejercicio de pedantería ni para reductos academicistas, si no para transformar la realidad. Un siglo después sus enseñanzas sobre el imperialismo, la cuestión nacional o el Estado siguen siendo válidas.

Mientras en España la cuestión territorial centra el debate, hace un siglo, el primer Estado Socialista desarrolló el derecho de las naciones a la autodeterminación. Que gobierno y Estado no son lo mismo pueden comprobarlo a diario los ingenuos que creen que un gobierno autodenominado progresista tiene la capacidad de imponerse (en caso de que hubiera voluntad) a jueces, cuerpos policiales o cualquier otra estructura cuyo fin es garantizar la reproducción del orden imperante.

Respecto al imperialismo Lenin analizó que el capitalismo había entrado en un nuevo estadío, preludio de la sociedad socialista, donde el mercado estaba dominado por los monopolios. Hoy, cien años después, podemos afirmar que la concentración de capital no ha dejado de crecer, así como las desigualdades entre una exigua minoría ultrarica y una mayoría empobrecida. Pero también sabemos que el capitalismo no caerá por sí solo si no hay un pueblo movilizado con voluntad de derrocarlo. La alternativa es la barbarie, ya sea hacia la catástrofe ambiental a la que nos encaminamos o las soluciones simples (y contra los intereses de la mayoría) que proponen las nuevas extremas derechas.

Suyas fueron también las contribuciones sobre la organización del partido. Frente a quien creía que era suficiente con estar afiliado y pagar una cuota Lenin defendió una concepción militante, de la que formaran parte las personas más comprometidas y con mayor grado de conciencia de la clase trabajadora. Ha sido esa concepción del partido la que permitió que organizaciones como la nuestra, con un número limitado de militantes, pudiera influir entre las amplias masas de la clase trabajadora. 40 años después de la renuncia eurocomunista, el PCE volvió a recuperar el leninismo para su XX Congreso. 

Pero si hay algo que debiéramos recordar, por su imperiosa actualidad, son sus enseñanzas sobre el trabajo parlamentario y la lucha por las reformas. Si bien por una parte criticó las políticas sectarias de los jóvenes dirigentes que por sus ansias de transformación caían en posiciones izquierdistas, luchó sin tregua contra quienes desde una fraseología presuntamente revolucionaria centraban toda su atención en la lucha parlamentaria y por reformas bajo el capitalismo. Lenin, como Rosa Luxemburgo, sabía muy bien que conseguir mejoras para la clase trabajadora era algo esencial. Pero nunca como un fin en sí mismo, si no para poder luchar en mejores condiciones y para ir acumulando fuerzas de cara al derrocamiento del sistema, única manera de asegurar que cualquier avance en derechos no esté bajo tela de juicio. 

En cómo entendió el trabajo parlamentario es donde mejor se muestra su permanente estrategia revolucionaria. Lenin nunca renunció a la victoria, a la transformación revolucionaria de la sociedad por muy difícil e inimaginable que pareciera. Aunque la conciencia de las masas no fuera elevada, aunque la reacción avanzará Lenin siempre actuó con la perspectiva revolucionaria. Cada paso que daba lo hacía con la intención de acercar la revolución, aunque las masas portaran retratos del zar tras el cura Gapon o los bolcheviques estuvieran en la cárcel o el exilio, algo que contrasta con el "malmenorismo" de la actualidad.

Del mismo modo, aunque la mayoría de organizaciones socialistas acabaron apoyando a sus respectivas burguesías en lo que fue la I Guerra Mundial, Lenin se mantuvo firme en su apuesta por la paz entre pueblos y la guerra entre clases. Nuestro papel, en una España inserta en la OTAN, sigue siendo el mismo. Firme oposición a las intervenciones imperialistas, ya sea en Ucrania o en el Mar Rojo. 

Muchas cosas han cambiado a lo largo de este siglo, pero no la necesidad de luchar contra cualquier tipo de explotación. Hoy Lenin renace no solo con cada trabajador y trabajadora que, consciente de la clase a la que pertenece se levanta por sus derechos, si no también con todas las mujeres que denuncian la alianza entre patriarcado y capital o con cada joven que reclama que lo que se tiene que cambiar es el sistema, no el clima.

Hoy, ante un presente y un futuro que generan más miedo que ilusión es necesario recuperar la esperanza de un horizonte comunista para la humanidad. Lenin nos enseñó que, pese a todas las adversidades, es posible. 

Alberto Cubero, miembro del Comité Central del Partido Comunista de España.

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