Cuentan los más veteranos del sector de transporte de viajeros por carretera que hace algo más de 20 años se convocó al sector a una huelga que duró 45 días. Desconozco del todo las razones que les llevaron a convocarla, pero viendo en qué situación nos encontramos, no quiero ni saber cómo estaban por aquel entonces.
En la actualidad, el transporte de viajeros es un sector totalmente precarizado: nos es imposible compatibilizar nuestra vida personal con la vida laboral. Apenas se distingue la diferencia entre la una y la otra. Nuestras jornadas laborales son tan extensas que, para cuando acabas el último servicio, te tienes que ir corriendo a casa y echarte a la cama para poder dormir las horas necesarias y poder volver al trabajo al día siguiente con los cinco sentidos alerta.
En todo Aragón, sólo son una o dos las empresas que facilitan a los trabajadores un calendario laboral donde salga reflejado los días de descanso semanal, los festivos y las vacaciones. Sin ese calendario, no podemos organizarnos ni llevar una vida normal: no hay manera de poder programar unas vacaciones con la familia, no hay manera de poder hacer las gestiones que esta vida te obliga a hacer, ¡no puedes ni pedir cita en el médico! Pero no es solo el hecho de no tener un calendario laboral anual, que considero más que razonable; es que, de los horarios de trabajo del mismo día siguiente, en muchas de nuestras empresas, nos están informando con menos de 24 horas de antelación.
Todos estos factores, unidos a la propia actividad que realizamos, resultan tremendamente estresantes y hacen del sector uno de los que más bajas por depresión presentan en las estadísticas. Eso sí, pese a la evidente conexión con nuestro trabajo, estas enfermedades se cuentan como bajas por enfermedad común, no como bajas laborales, porque en el sector no existen las enfermedades laborales reconocidas.
A esto le añadimos unos salarios, con una actualización atascada desde hace años en apenas un 2% que no coincidía con los incrementos del IPC real, y que no son nada acordes con las jornadas laborales maratonianas que sufrimos, pero, sobre todo, nada acordes con la responsabilidad que recae en nuestras espaldas. Porque, cuando ocurre una desgracia, a nadie se le ocurre que las culpables son las empresas, siempre recaen las culpas sobre el conductor. Cárcel o cementerio, esas son nuestras dos posibilidades.
A mucha gente le he oído decir la suerte que tengo de tener un trabajo como ese, que sólo tengo que conducir, que estoy todo el día sentado y que no tengo que cargar peso. Si supieran que sobre nuestras espaldas reposan más de 13 Tm, las vidas de hasta 60 personas, que no vemos a nuestros seres queridos… quizás se plantearían no volver a subir jamás a un autobús conducido por una persona que ejerce su profesión en unas condiciones tan deplorables. Pero, al final, apenas hay noticias sobre accidentes de autobuses, por supuesto que se producen accidentes, pero el porcentaje de accidentes por kilómetro realizado es irrisorio, porque somos profesionales y nos quitamos de nuestro tiempo vital para poder descansar, paramos aun cuando los contratantes nos presionan para no parar porque llegan tarde (eso de salir un poco antes, nadie se lo plantea; eso de salir a la hora prevista tampoco es planteable, seguro que al conductor no le importa).
La gente ha ido lidiando la situación como buenamente ha podido, para poder llevar un plato de comida a casa todos los días. Pero estamos llegando a un punto en el que ya no podemos más; con los salarios actuales no nos da para llevar la comida a casa ni aún haciendo horas. Vemos reducido el relevo generacional, pero ¿quién querría sacrificar su vida por esto? Si tuviera 20 años menos no volvería a la carretera, y amo mi trabajo, pero valoro más mi vida.
La gota que colmó el vaso fue la ofensiva oferta de convenio que nos envió la patronal del sector, AETIVA, en la que no nos reconocían ningún derecho laboral básico y en el que nos proponían subidas salariales irrisorias: de un 4% para 2023, un 3% para 2024 y un 2’5% para los años 2025 y 2026 respectivamente. Tras la presión ejercida por la plantilla después de 17 días de huelga y con la amenaza de endurecer los paros, las grandes centrales sindicales llegaron a un acuerdo con la patronal, AETIVA, logrando solo parcialmente nuestras reivindicaciones y sin que se hubiera ratificado por la asamblea de trabajadores.
Es cierto, se han ampliado los incrementos retributivos, ¡qué menos dada la inflación que vivimos y las insuficientes subidas acumuladas estos años! Si bien se reconoce una subida del 7% para este año y el 4% para el 2024, seguiremos sin haber recuperado poder adquisitivo. Pero más allá de lo económico, las reivindicaciones a cerca de blindar derechos para mejorar la conciliación y la organización de la vida de las personas que trabajan en el sector no se ha abordado y por eso decimos que resulta insuficiente.
Ya lo avisamos, ¡el sector no puede más! Tenemos que rejuvenecer las plantillas, en la actualidad la media de edad de los conductores es de 49 años. Una edad muy alta siendo que pedimos desde la plataforma estatal la jubilación a los 60 años. También hay que feminizarlo, en la actualidad sólo un 19% de la plantilla son mujeres. ¡Y es que en general, faltan conductores! Pero cómo no van a faltar, si nos vamos marchando a otros sectores; si sistemáticamente se firman convenios sin atender a estas condiciones que dignifiquen y faciliten nuestra profesión.
Por desgracia, tendemos que esperar otros 4 años para volver a plantearnos dar la batalla, ya que salimos exhaustos de esta batalla.
Pero no vamos a reblar, ¡hasta la victoria de la clase trabajadora!