Estamos en crisis permanente. Y no es un lema, es una realidad que como clase trabajadora constatamos día tras día. Mientras hemos tenido que leer año tras año que se daba una ‘’recuperación’’ de las crisis económicas, nunca esa recuperación se ha materializado de forma veraz sobre nuestras vidas. Tan sólo han ido alternando entre apretar o aflojar más la cuerda que tenemos en el cuello.
Según datos de noviembre de 2022 195.000 trabajadoras, un tercio de los asalariados de nuestra región, percibieron anualmente menos del Salario Mínimo Interprofesional (14.000 € anuales). Cifras que están lejos de tratarse de salarios que nos permitan tener una vida plena, no sólo de cara a llegar a final de mes sino también a poder mantener una mínima salud mental que no nos haga estar en un estado perpetuo de ansiedad.
A estos datos hay que sumarle la gravísima crisis energética internacional en la que nos encontramos y que se ve agravada por el contexto de la guerra en Ucrania. Una crisis energética que tampoco ha empezado este año sino que es precisamente uno de los principales detonantes de la crisis económica actual. Los recursos naturales escasean y el ciclo de producción capitalista -imparable e insaciable- no puede hacer frente de forma repentina a una transformación. El capitalismo no puede parar su rueda productiva y tampoco sus tasas de ganancia, por eso hace recaer sobre nuestros hombros y sobre nuestro territorio la responsabilidad de sus crisis. Están convirtiendo Aragón en una colonia energética. Placas y molinos dominan nuestra tierra y las energías renovables se imponen por necesidad imperiosa del capital y no por un bien social; sin tener en cuenta nuestros paisajes ni a la población que vive en ellos. Y por supuesto sin una planificación racional de las mismas.
Así, mientras nos estamos empobreciendo ellos no han dejado de ganar. Las principales empresas energéticas de nuestro país han disparado este año sus beneficios en un 24%. Además, las grandes empresas del IBEX consiguieron en 2021 un beneficio récord que han seguido mejorando durante 2022. Un buen ejemplo de ello son ACS y Acerinox, que han duplicado sus beneficios durante este año. En nuestra región, Ibercaja sextuplicó en 2021 sus beneficios hasta los 151 millones y en los primeros 9 meses de 2022 sus beneficios ascendían a 168 millones. Mientras la subida salarial media de los convenios en ese mismo año ha sido del 2%.
A día de hoy, 58000 aragoneses buscan empleo y no lo encuentran, 23000 hombres y 35000 mujeres; el paro es un problema acuciante de la clase trabajadora y se recrudece para las mujeres. Una situación que atravesamos que también bate récords en pluriempleo. Esta situación implica para muchos y muchas trabajadoras no tener ninguna posibilidad habitacional, donde la vivienda sigue siendo un negocio o un privilegio, pero no un derecho.
Y frente a los grandes beneficios empresariales y a nuestros escasos salarios nos encontramos en una pelea por el salario indirecto. Los servicios públicos siguen mermados, sanidad, educación y transporte sobreviven sin aventajar la realidad en la que vivimos. La reducción de los servicios públicos en zonas rurales, como el tren o el cierre de centros escolares, y en general una pérdida de calidad en la sanidad primaria son los principales problemas. Aunque no se hable de ello la atención sanitaria en Aragón, bajo el Gobierno cuatripartito (PSOE, CHA, PAR, Podemos) está en serios problemas. Hay que esperar hasta dos semanas para tener una cita en el Centro de Salud. Las listas de espera para el especialista son las peores de España.
La batalla que libramos no depende de pequeños pasos y tímidas medidas sino de cuestionar un modo de producción que mantiene como único interés el continuo beneficio de los grandes capitalistas. Es por eso que como PCE en Aragón llamamos a la organización en los sindicatos, en las asociaciones vecinales y en cualquier tipo de organización de carácter social para empujar una transformación real. Siendo conscientes de que el deterioro continuo de nuestras condiciones de vida sólo puede llegar venciendo el pulso al que continuamente nos someten: la lucha de clases.