En 1991, la estadounidense Charlotte Harley lanzó una campaña para concienciar del cáncer de mama con el símbolo de un lazo de color melocotón (su color favorito) el cual, además, acompañó a numerosas cartas dirigidas a médicos, a congresistas e incluso, al presidente. Empresas como Estée Lauder se pusieron en contacto con ella con la promesa de hacerla rica, a lo que Charlotte se negó porque “las vidas de las mujeres no son un negocio”. Y el lazo cambió de color, pero la enfermedad siguió matando.
Esta situación, lejos de cambiar se ha perpetuado hasta nuestros días, y es que, muchas empresas aprovechan el tirón mediático y la ola de solidaridad de todas las personas que quieren ayudar con un gesto tan sencillo como comprar un dorsal. Es por ello que, desde el PCE en Aragón, hemos escrito este artículo para ofrecer y divulgar otra visión sobre el evento de la carrera de la mujer y de todo el pinkwashing que ello conlleva. Y es que el titular es de las frases más repetidas por todas aquellas que han sufrido cáncer de mama, hartas de la dulcificación de la enfermedad y las campañas de marketing con beneficios que se llevan las marcas, de hasta un 89% (según datos de la asociación Teta y Teta de la última carrera de la mujer) siendo donado tan sólo el 11% de lo recaudado.
En España, la primera iniciativa que dio lugar a la carrera de la mujer fue en 2004 con la finalidad de promover el deporte entre las mujeres. Esto fue evolucionando hasta lo que conocemos hoy en día, todo un evento y escaparate publicitario para empresas que venden dorsales y diversos productos de merchandising rosas con la excusa de donarlo para investigación del cáncer de mama. Esto infantiliza a las mujeres que lo sufren, ocultando la gravedad de la misma, además de ignorarlas, convirtiendo su malestar y su miedo en una especie de batalla donde parece que sólo las más fuertes sobreviven.
¿Acaso no es suficientemente grave que el cáncer de mama sea la primera causa de muerte en mujeres de entre 35 y 55 años? ¿No son estas razones de peso para tomárselo más en serio? ¿O para no frivolizar ni romantizar la situación de una de cada ocho mujeres que son afectadas por esta enfermedad?
Pero la importancia de este asunto no sólo se mide en cifras, aunque impacte que, a pesar de ello, todo se reduzca a un día de esparcimiento más que de reivindicación. Porque urge mejorar las vidas de todas esas mujeres que no pueden pagarse una psicóloga/o, una sexóloga/o, una fisioterapeuta o incluso, que no pueden acceder a medicamentos que frenen las náuseas que les produce el tratamiento. Porque si hace ya años que el foco estaba en la supervivencia, sin prestar atención a la calidad de vida de la paciente, ahora mismo esto tiene que cambiar.
Hay mujeres que no pueden siquiera plantearse no volver al trabajo antes de finalizar el tratamiento por precariedad, por presión de la empresa, por miedo al despido o por todas a la vez. Hay mujeres que viven en el medio rural y se tienen que desplazar kilómetros hasta el lugar donde reciben tratamiento. Y todas, todas ellas independientemente de su lugar de residencia o poder adquisitivo, suelen sufrir efectos secundarios a corto, e incluso a largo plazo. Es decir, que además de pasar por todo este proceso como pueden, dependiendo demasiado de sus circunstancias vitales y, sobre todo, económicas, pueden sufrir osteoporosis, infertilidad, daños cardiacos, problemas pulmonares y metástasis. Pueden incluso, no poder volver al trabajo nunca más.
No puede ser que una de las enfermedades que más afectan a las mujeres no sólo no reciba la financiación que debería, sino que encima, se convierta en un modo más de sacar dinero a costa de las mujeres. Mujeres que, además, sufren en mayor medida la presión estética sobre sus cuerpos, aún estando enfermas de cáncer, con modelos que lucen radiantes a pesar de haber pasado por semejante proceso, por no llamarle infierno.
Con esto una vez más se invisibiliza, se infantiliza y se resta importancia a los problemas que afectan a las mujeres.
Asociaciones como Teta y Teta llaman a “convertir el 19 de octubre en una protesta”, argumentando que se trata de una crisis de salud pública y apuntan que “hay fármacos aprobados por la UE que podrían alargarles la vida, pero no se aprueban aquí porque las instituciones y farmacéuticas no se ponen de acuerdo en el precio”, según afirma María Rufilanchas, su fundadora.
No se concibe que sigan mercantilizando las vidas de las enfermas, cubriendo su realidad de rosa claro mientras sufren los más devastadores efectos del capitalismo, que segrega y marginaliza, sin que el llamado “Estado del bienestar” haga nada por impedirlo. Y como hemos comprobado estos días tras lo sucedido en Andalucía, ni proporcionándoles la información básica como es el diagnóstico de su enfermedad. La Junta de Andalucía ha hecho declaraciones vergonzosas, tratando a las mujeres como si fueran menores de edad, intentando tapar burdamente las consecuencias de sus decisiones políticas de recortes y empeoramiento de la sanidad pública, lo que repercute directamente en nuestras vidas.
Por todo ello, desde el PCE Aragón proponemos una visión crítica del evento y llamamos a la movilización para que este Día Internacional siga siendo de reivindicación y visibilización real de los problemas de las mujeres que lo sufren.
Fuentes consultadas:
- Asociación Teta y Teta
- Efeminista.com
- GEICAM
- Artículo 14
- Breast Cancer Action