El 8 de Marzo es una fecha clave en la lucha por la conquista de los derechos de las mujeres. Las mujeres siempre hemos salido a las calles para reivindicar el derecho a vivir una vida digna.
Para las comunistas tiene un valor muy importante, ya que la conmemoración de esta fecha surge de la lucha por los derechos de las mujeres en las organizaciones obreras.
Es por ello que otro año no nos cansamos de cuestionar el sistema capitalista que no nos deja tener vidas que merezcan la pena ser vividas.
El actual modelo productivo se construye de espaldas a la vida. Ignora y desprecia los procesos de reproducción social y los trabajos de cuidados en todas sus formas.
La progresiva incorporación de las mujeres al mundo laboral remunerado no ha implicado que hayamos ido abandonando el rol de cuidadoras, si no que, el resultado por parte de las mujeres es el del doble papel: atender a la vez a las demandas del trabajo asalariado y de los cuidados.
No existe un reparto de los cuidados, sino una sobreexplotación de las mujeres. Las mujeres vivimos en una tensión constante entre la lógica del mercado y la lógica del cuidado. Y esta tensión aparece con gran intensidad sobre nuestros cuerpos, que se convierten en lugar de batalla entre las exigencias de uno y otro escenario.
El capitalismo, siempre en crisis, genera la regresión de los derechos y el empobrecimiento de la clase trabajadora, el abaratamiento de la mano de obra, la destrucción de los servicios públicos y la precarización de la vida en general, impactando todo esto de manera directa sobre la vida de las mujeres.
El paulatino deterioro de los servicios públicos, entre otros la sanidad pública, afecta especialmente a todas las esferas de la salud de las mujeres, tanto física como mental. Los últimos datos estadísticos arrojan luz sobre un número alarmante de mujeres que están en tratamientos psiquiátricos. Necesitamos más feminismo y menos prozac.
Las mujeres tenemos también los peores empleos, más precarios y con peores sueldos.
La desigualdad, instalada en nuestra sociedad actual, se reproduce especialmente en el mundo del trabajo remunerado. La mayoría de la actividad laboral femenina se concentra en aquellas ocupaciones que tienen que ver con los roles de género asignados tradicionalmente a las mujeres por el orden social patriarcal, esto es, limpiar, cuidar y todo aquello relacionado con la vida y las emociones, y que además, constituyen los sectores más invisibles y menos valorados socialmente.
Las mujeres cobramos un 18,4% menos de media que los hombres en España.
El mercado laboral fomenta la brecha de género con una diferencia en la retribución de 5.212 euros anuales, una alta parcialidad y peores condiciones en las prestaciones por jubilación. Las mujeres tenemos peores condiciones materiales y somos más pobres que los hombres.
La violencia, en todas sus formas,es parte del funcionamiento cotidiano de la sociedad capitalista. Por tanto, la violencia que sufrimos las mujeres tiene origen sistémico y estructural con la que el patriarcado y el capitalismo gobiernan, oprimen y explotan a la mayoría social, que son las proletarias, trabajadoras asalariadas que se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo y que sufren multitud de formas de violencia: institucional, violencias relacionadas con la maternidad y la reproducción, en el ámbito educativo, violencias contra la libertad sexual, contra las mujeres en procesos migratorios, contra la diversidad sexual y mental, o la violencias machista.
Los datos de asesinatos, como lo más visible de la pirámide que forman estas violencias, son escalofriantes y no podemos mirar para otro lado: 81 mujeres asesinadas en 2023 y 12 en lo que va de año.
Como feministas nuestra lucha consiste en erradicar todas las violencias y por eso nuestra insistencia en que las políticas del colonialismo, del militarismo y la violencia racista contra los pueblos sólo dejan muerte y destrucción.
Por último, no podemos terminar el manifiesto sin mostrar nuestra solidaridad con las mujeres palestinas, pues son fundamentales en la lucha contra la ocupación y el apartheid dentro y fuera de Palestina.
Las condiciones de vida de las mujeres dependen de los estados, en cómo estos compiten entre sí, las alianzas y las guerras, y refuerzan los elementos patriarcales para aislarlas en los debates internacionales, silenciándolas, porque con su activismo se juegan mucho más que la vida.
La opresión que sufren no viene solo por la ocupación israelí en la que han muerto 25.000 mujeres y niños y niñas en los últimos 4 meses, sino porque en las guerras, somos las mujeres las que más sufrimos, ya que se vulneran nuestros cuerpos y somos sometidas a todo tipo de violencias.
Las comunistas lo tenemos claro, la mejora de nuestras condiciones de vida tiene un límite claro dentro de este sistema, porque lejos de perseguir el objetivo de sostener la vida digna, el capitalismo la destruye.
Por eso la lucha feminista es la lucha por la transformación radical del sistema capitalista patriarcal.
Queremos poner la vida y los cuidados en el centro de la sociedad. Queremos vivir sin violencias, queremos derechos sociales, viviendas dignas, educación y sanidad pública. Queremos una sociedad libre de CIES y de Fronteras, queremos ser libres.
Entre todas, seguimos construyendo un futuro feminista.